Arpillera
Tejido por Daniela Contreras FloresContar el horror mediante retazos textiles, sobre una base de saco harinero. Tal fue el desafío que la escultora Valentina Bone propuso desde su arribo al Comité Pro Paz, en 1974. Para entonces, la institución ecuménica brindaba apoyo técnico, jurídico y espiritual, principalmente a mujeres, cuyos familiares se encontraban desaparecidos por la dictadura cívico militar chilena. Las violaciones a los derechos humanos formaban parte de sus relatos cotidianos.
En un trabajo no exento de colaboración y escucha atenta, las arpilleras implicaron el descubrimiento de una narratividad femenina; que a través de hilos y agujas permitía decir lo indecible. Según Valentina, las arpilleristas bordaron páginas de diarios de vida. En esta suerte de intimismo biográfico, la cordillera se alzó como un elemento distintivo, pues permitía asegurar que los eventos representados acontecían en Chile. Ello cobró importancia, sobre todo en aquellos tapices que viajaron clandestinamente al exterior; como elementos de circulación, denuncia y venta en instancias de solidaridad promovidas por organizaciones o comités de exiliados; aunque las arpilleras también ingresaron a los salones artísticos.
En 1975, la proliferación de talleres por la Región Metropolitana, devino en la diversificación temática. Estos nuevos tapices enfrentaban al espectador a ollas comunes, lavanderías o comedores infantiles donde niñxs y madres oficiaban como protagonistas. Aunque la Historia oficial haya recortado los atributos de esta gesta, las mujeres compartieron sus retazos, sus dolores y sus alimentos en medio de las barricadas y la subversión textil.
Diversos testimonios aseguran que las arpilleras les permitieron tomar económicamente el control de sus vidas. Este punto no es menor, ya que varias arpilleristas padecían violencia intrafamiliar. El oficio les permitió apoyarse unas a otras. En dictadura, miles de mujeres anónimas tejieron redes comunitarias, afectivas y de género; centradas en la porfía de sobrevivir: “No quiero nada para mí, que no sea para todas”.
Daniela Contreras Flores, Artista Visual de la Universidad de Chile. Dedicada a la docencia, investigación y creación de obras en técnica de tapicería. Santiago de Chile.
Carolina Vega Ramírez, magíster en Literatura. Doctoranda en Ciencias Humanas, Mención Discurso y Cultura (UACh); Doctoranda en Historia, Mención Historia del Arte (UNSAM). Becaria del Centro de Investigaciones en Arte y Patrimonio, CIAP (CONICET – UNSAM). Codirige el Círculo de Estudio: “Tramar, sembrar y compartir: Ecopoéticas trasandinas. Mujeres, territorios y prácticas artísticas comunitarias” (UNSAM – CIAP).
Proceso de tejido
Imágenes complementarias
20x20 cm | Hilo de algodón e hilo de bordar | Tapicería, superposición de tejidos y bordado